Para mi cumpleaños decidí mimarme. Le dije a mi amiga Ale que fuéramos a Club M Omakase a pasarla bien y comer como los dioses. (No me equivoqué)
Llegué
yo primero, subí por el pasadizo “secreto”, y cuando entré Fabián, el
sushiman, ya sabía que era mi cumpleaños –obvio que de mi parte, sonrisa oreja
a oreja-.
Mientras
esperaba a mi amiga, charlé con Fabián de la vida, más exactamente de cómo él
aplica técnicas parecidas a Jiro Ono (Jiro sueña con sushi) y de lo difícil que es
conseguir un ayudante con intenciones y cualidades parecidas. Tocando el tema
de Jiro, le conté que la segunda vez que vi el documental, fui a un taller
donde el profesor básicamente me gruñó por preguntar cosas más especificas de
la película (¿Con qué pinta el sushi? Por ejemplo). Fabián me explicó todo lo
que el profesor no pudo, como las diferentes fórmulas que se usan para los
distintos pescados y mariscos, un buen ejemplo que me dió es que
tradicionalmente el pulpo va con teriyaki, y que los pescados más olorosos (o
para paladares más atrevidos y experimentados) van con salsas que los disfrazan
más. También acordamos un amor mutuo a Japón, mi sueño y su viaje de adolescente.
Cuando llegó
Ale, empezó la fiesta:
Primero vino el
sashimi, salmón tierno y fresquísimo, calamar con el corte especial y enrulado
por la cocción, y vieiras crudas, riquísimas.
Segundo vino algo
que nunca había probado. Un atún blanco, que estaba sellado por fuera y venía
bañado en salsa “ponzu” salada y ácida. Fue una sorpresa extremadamente
agradable, con las dos texturas de lo crudo y lo apenas cocido.
Tercero fue el
tartare de salmón en forma de montañita, con palta separando las dos mitades
del pescado, cubierto de salsa shizo –también ácida y salada-, y con fideos de
papa crocantes para contrastar. La idea era tomar un poquito de todo para tener
todos los sabores y las texturas juntas.
Cuarto vino el
pulpo. Este plato fue el más occidental de todos. Los tentaculos de pulpo,
antes de ser cortados en sashimi, fueron recubiertos en ají parca, normalmente
utilizado en la salsa peruana para el anticucho. Distinto al resto, muy
inesperado!
Quintos fueron
los niguiris de centolla en vez de arroz, con el salmón sellado en pimienta
japonesa y bañado en la salsa spicy de la casa. Fue de una profundidad de
sabores increíble, venía en capas, primero la salsa que era suave con toques de
verdeo y al final la centolla sin nada que distraiga.
Sextos fueron
los niguiris de salmón flambeados con salsa teriyaki y gajito de lima. Estas
piezas eran tibias, y se te derretían en la boca, con un sabor ahumado del
flambeado pero dulce de la salsa, y la explosión de la lima.
Séptimo fue el sushi
de mariscos por dentro –calamar, vieiras y pulpo- con palta, rodeado de chips
de langostino crocantes y bañado por la salsa de rocoto que tanto me gusta
(esta vez, tenía aceite de oliva en la salsa, Fabián se rió cuando le pregunté).
El octavo plato
fue sushi relleno de langostinos, almendras tostadas, mango, cream cheese, y
por fuera salmón, salsa de maracuyá y fideos de batata fritos. A decir verdad
no confiaba mucho en las almendras, pero fue un roll impresionante, una fiesta
de sabores.
Por último, y ya
estábamos por explotar, Fabián nos hizo un hand roll con forma de burrito,
relleno de centolla, fideos de papa y palta. Lo recubrían dos algas súper
crocantes.
Gracias Fabián
por mi almuerzo de cumpleaños feliz.
Ale:
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